El café, a menudo reverenciado como el “néctar de los dioses”, ocupa un lugar especial en los corazones de millones en todo el mundo. Pero, ¿alguna vez se ha preguntado cómo este humilde grano, nativo de África, llegó a Colombia, convirtiéndose en uno de los principales productos agrícolas de exportación del país? La historia del viaje del café a Colombia es fascinante, llena de intercambio cultural, cambios económicos y una profunda conexión con la tierra.
1730
Los curas jesuitas lo empezaron a cultivar.
1835
Se empezó a exportar.
1927
Se crea la Federación Nacional de Cafeteros..
1938
Se crea el Centro de Investigación Científica sobre el Café.
Los orígenes del café: de Etiopía al mundo
La historia del café comienza en las antiguas tierras altas de Etiopía, donde las tribus locales descubrieron por primera vez las propiedades energizantes de la planta de café. Estos primeros entusiastas del café masticaban las hojas o preparaban infusiones para crear una bebida estimulante. Sin embargo, no fue hasta que el mundo árabe adoptó el café que comenzó a difundirse globalmente.
A mediados del siglo XVI, el café se había convertido en una bebida querida en toda la Península Arábiga, con Turquía desempeñando un papel clave en su integración cultural.
A medida que el café ganó popularidad, se extendió a Europa en el siglo XVII, donde fue adoptado como una bebida social en las florecientes cafeterías de ciudades como Venecia. Estos establecimientos se convirtieron en centros de intercambio intelectual, consolidando aún más el lugar del café en la cultura europea.
La Influencia Holandesa y Francesa: llevando el café a las Américas
El comercio global del café experimentó un cambio importante a principios del siglo XVIII cuando los holandeses, buscando romper el monopolio árabe, comenzaron a cultivar café en sus colonias en las Indias Orientales. Esta expansión eventualmente condujo a la introducción del café en las Américas. Los franceses también desempeñaron un papel significativo en este proceso, llevando plantas de café a sus colonias en el Caribe y Sudamérica.
Este período marcó el comienzo del cultivo de café en regiones que se convertirían en mundialmente reconocidas por su producción de café, incluida Colombia. Los suelos fértiles y el clima ideal de las regiones montañosas de Colombia resultaron ser perfectos para el cultivo de café.
La Llegada del café a Colombia: un legado Jesuita
La introducción del café en Colombia se atribuye a menudo a los misioneros jesuitas que trajeron la planta al país en el siglo XVIII. Para 1835, Colombia ya estaba exportando café, con los primeros envíos saliendo de la región oriental a través de Cúcuta. Esto marcó el inicio de la profunda y duradera relación de Colombia con el café.
La leyenda cuenta que un sacerdote jesuita llamado Francisco Romero jugó un papel fundamental en la difusión del cultivo de café. En la ciudad de Salazar de las Palmas, el Padre Romero alentó a sus feligreses a plantar café como forma de penitencia, desencadenando un movimiento que vería los campos de café extenderse por toda la nación.
El boom del siglo XIX: el café toma el centro del escenario
A mediados del siglo XIX, el café se había convertido en un cultivo esencial en Colombia. Un devastador brote de roya de la hoja del café en Ceilán (ahora Sri Lanka) creó una brecha en el mercado global, que los productores de café colombianos llenaron rápidamente. La producción de café del país se disparó, con un aumento de diez veces entre 1835 y finales del siglo.
Sin embargo, este auge fue impulsado principalmente por grandes terratenientes, conocidos como hacendados, que controlaban gran parte de la industria del café. No fue hasta finales del siglo XIX, cuando los precios internacionales del café cayeron en picado, que los pequeños agricultores comenzaron a emerger como actores importantes en la industria.
La formación de la Federación Nacional de Cafeteros
En 1927, reconociendo la necesidad de una voz unificada, los productores de café colombianos establecieron la Federación Nacional de Cafeteros. Esta organización desempeñó un papel crucial en la organización del sector del café, abogando por precios justos y promoviendo el café colombiano en el escenario mundial.
Los esfuerzos de la Federación fueron clave para transformar a Colombia en una potencia global del café. Apoyaron a los agricultores a través de la investigación y el desarrollo, y lanzaron campañas de marketing que ayudaron a construir una sólida identidad de marca para el café colombiano.
Innovando para el futuro: el nacimiento de Cenicafé
1938 fue testigo del establecimiento del Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafé), un hito en la historia del café colombiano. La misión de Cenicafé era realizar investigaciones científicas para mejorar el cultivo de café, desarrollar nuevas variedades y abordar desafíos como las plagas y las enfermedades.
Uno de los logros más importantes de Cenicafé fue el desarrollo de la variedad Castillo, una planta de café resistente a la roya de la hoja del café. Esta innovación no solo protegió las fincas cafeteras colombianas, sino que también aseguró el continuo crecimiento y sostenibilidad de la industria.
Conclusión: el legado duradero del café colombiano
El viaje del café a Colombia es una historia de resistencia, innovación y significado cultural. Desde sus orígenes en Etiopía hasta su estado actual como producto global, el café ha dejado una huella indeleble en la sociedad colombiana y en el mundo.
Hoy en día, el café colombiano es celebrado por su rico sabor, su calidad excepcional y la dedicación de los agricultores que lo cultivan. La industria continúa evolucionando, impulsada por un compromiso con la sostenibilidad, la innovación y la excelencia. A medida que saboreamos nuestro café matutino, somos recordados de los siglos de historia y trabajo duro que han llevado esta bebida amada a nuestras mesas.